Monasterio de San Isidoro del Campo.

Un paseo por el Aljarafe a traves del Río

En este lugar, según la tradición, San Isidoro de Sevilla había levantado un colegio, donde descansarían sus restos hasta 1063, cuando fueron trasladados a León.

Alonso Pérez de Guzmán, “Guzmán el Bueno”, y su esposa María Alonso Coronel, mandarían construir una iglesia a modo de panteón en unos terrenos adquiridos en el entorno de una alquería conocida como “Talca” o “Sevilla la Vieja”, destinada a albergar los restos del matrimonio y los de su hijo Juan (muerto en el asedio de Tarifa en 1294). Junto a la iglesia se construiría un monasterio que se entregó a los monjes  istercienses de San Pedro de Gumiel de Hizán (Burgos). A la iglesia, construida en estilo gótico, se le adosaría posteriormente otra de igual factura,  estinada a albergar los restos de otro de los hijos de Alonso, Pedro, junto a su familia y descendientes. A mediados del s. XV, el monasterio pasaría a  anos de los Jerónimos Ermitaños, consagrados entre otras tareas a reproducir y trascribir libros. La adhesión de esta congregación a la Reforma  uterana traería consigo la persecución de sus integrantes de manos de los representantes de la Contrarreforma (con gran fuerza en el entorno sevillano). Uno de los monjes, Casiodoro de Reina, conseguiría escapar con parte de la que se convertiría en la primera biblia traducida al castellano de la Historia, conocida como “la Biblia del oso”, cuya primera edición se fecharía en Basilea en 1569.

Con el establecimiento de las tesis de la Contrarreforma, los mojes ermitaños serían condenados y sustituidos por la Orden de San Jerónimo. Esta orden recibiría el apoyo financiero de la aristocracia sevillana, lo que permitiría la ampliación del monasterio y la inversión en numerosas obras de arte, encargadas a los artistas más afamados de la época. Entre ellos se encontraba Juan Martínez Montañés, al que se le encargaría, entre otras obras, la ejecución de un retablo en el altar mayor de la iglesia que acogía los restos de Alonso Pérez de Guzmán, María Alonso Coronel y su hijo Juan. Como figuras centrales de dicho retablo podemos admirar un San Isidoro y un San Jerónimo en bulto redondo, que los monjes sacaban a modo de viacrucis.

En la actualidad son visitables varias de las estancias del Monasterio. Al sur de la primera iglesia se abre el claustro “de los muertos”, de estilo mudéjar que acoge diferentes pinturas murales, así como un lienzo de azulejos del taller de Niculoso Pisano. Este claustro vertebra una serie de estancias principales del monasterio, el refectorio, varias celdas y la sacristía, a través de la cual se accede a la sala capitular. Los espacios privados del monasterio conectan con los públicos, entre los que se encontraba la hospedería, mediante un claustro de menores dimensiones (el claustro de los Evangelistas), en el que podemos apreciar, entre otras, una pintura mural que representa el árbol de la vida.

En la actualidad el Monasterio de San Isidoro del Campo está declarado Bien de Interés Cultural.