El Aljarafe, el país del sol poniente

El Aljarafe se halla a poniente de la ciudad de Sevilla. Y del imperio nipón.

El sol de Sevilla, al igual que el sol de Japón, se pone en el Aljarafe, el país del sol poniente. Sobre todo, para un grupo de militares, diplomáticos y religiosos japoneses, que hace 400 años convirtieron una embajada , la Embajada Keicho, en algo más que una mera visita oficial.

Visita los lugares que sedujeron a aquel puñado de hombres de ojos rasgados, perdidos al otro lado del mundo, y que sirvieron de marco para la urdimbre de lazos de sangre que continúan hasta el día de hoy.

Espartinas y Coria del Río comparten los testimonios, parajes y gestas que alumbraron el núcleo de una fusión cultural en frío, caliente en la sangre de sus descendientes sevillanos, cuatro siglos después.

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¿El Padre Sotelo persuadiendo a Hasekura Tsunenaga en Roma, acerca de las bondades del cristianismo? Podría ser. Detalle de la pintura, comisionada por el Papa Pablo V en persona, para conmemorar la visita del samurái embajador, realizada por el pintor barroco romano Giovanni Lanfranco.

La jornada transcurre entre Espartinas y Coria del Río, localidades del Aljarafe separadas 15 kilómetros a través de la Cañada Real “Vereda de la Carne”, camino histórico que une ambos pueblos, y muy utilizado por la embajada Keicho durante su estancia en el Aljarafe. Un verdadero pasillo entre el Aljarafe interior y el Aljarafe costero, y decimos bien puesto que Coria del Río aún hoy se mantiene al albur de las mareas diarias del Océano Atlántico.

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Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción de Espartinas.

Pasaremos la mañana en Espartinas, recorriendo a pie, al igual que los protagonistas de la historia, los lugares y paseos predilectos de Hasekura Tsunenaga, su séquito, y los anfitriones sevillanos de aquellos, el notable de la ciudad Diego de Cabrera, y el Padre Franciscano Luís Sotelo.
Cumplida la tradición de desayunar en el lugar de visita, en este caso Las Tinajas abre sus desayunos y sus puertas muy cerca de uno de los lugares a visitar, nos pondremos pies a la obra.

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Monasterio de Loreto.

La Iglesia de la Asunción, ubicada en la Calle Real, a espaldas de nuestro lugar de desayuno, será la primera de las escalas a través de Espartinas. El principal templo de la localidad tiene su antecedente más antiguo conocido en un templo mudéjar levantado en 1.556, y que Hasekura Tsunenaga pudo contemplar en su integridad antes de las reformas que eliminaron la capilla mayor, la fachada y la torre campanario, aunque el resto se deja ver en la herencia de las tres naves separadas por arcos de medio punto sobre pilares. Esta iglesia representa uno de los primeros encuentros entre Hasekura Tsunenaga y el cristianismo, al que acabó convirtiéndose mediante su bautismo con el nombre de Felipe Francisco de Fachicura.

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Hacienda San Luís de Mejina.

De aquí, a media hora de paseo, llegaremos al segundo de los lugares de estancia de la embajada y sus aposentadores, el Monasterio de Loreto. Previa visita concertada, podremos admirar como la solemnidad y retiro aún hoy de este lugar, invitan a abandonar la imaginación por una Espartinas primaria, rodeada de viñedos, y subyugada al magnetismo de este fenomenal sitio religioso. Una atracción que para la embajada, y en particular para Tsunenaga, no pasó inadvertido dada sus prolongadas estancias en él.

Si conseguimos despegarnos a tiempo de este magnífico lugar, podremos pasear a través de Espartinas por espacio de 45 minutos, hasta alcanzar otro de los lugares importantes de la embajada Keicho: la Hacienda San Luís de Mejina.

 

 

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Los samuráis, llegados y quedados a Coria del Río.

Visitable previa cita, la hacienda que entonces era propiedad del notable Diego de Cabrera, anfitrión de la embajada designado por la Ciudad de Sevilla, se sitúa hoy en el mismo sitio que entonces, al pie del camino real que continua uniendo Espartinas con Coria del Río cuatrocientos años después, cuando funcionó como lugar habitual de recepción y descanso para los embajadores en no pocas ocasiones.

Una vez visitados los lugares señalados podremos bien almorzar en Espartinas; Casa Ramiro, Las Tinajas o el Espartal quedan a nuestra disposición, o tomar nuestro vehículo y desplazarnos hasta Coria del Río, donde Saboga abre sus puertas muy cerca del otro extremo del camino real que lleva hasta la Hacienda San Luís de Mejina, esta vez a la entrada de Coria del Río, junto al arroyo Rio Pudio.

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Ermita de San Juan Bautista en el Cerro Caura o San Juan.

Una vez descansados y con el vehículo aparcado, realizaremos la misma práctica que en Espartinas, recorrer a pie los lugares frecuentados por la embajada Keicho, en esta ocasión especialmente por los integrantes de su delegación, diplomáticos, religiosos y soldados samuráis, que al contrario que su líder, Hasekura Tsunenaga, permanecieron más tiempo en Coria del Río, esperando el desenlace del periplo diplomático a través de Sevilla, Madrid y Roma.

Este periodo de espera sirvió para que Japón y Coria del Río fundaran la primera generación de japoneses corianos de la historia, apellidada a lo largo de los últimos siglos con el nombre de “Japón”.

Entre los lugares a visitar están los templos de Santa María de la Estrella y de San Juan Bautista, que tanto impresionaron a los embajadores japoneses a su arribada a los muelles de Coria del Río en 1.613.

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Estatua de Hasekura Tsunenaga en Coria del río.

Asimismo, a título conmemorativo y evocador se pueden visitar también la Sala Museo Sendai, la estatua a Hasekura Tsunenaga en el parque Carlos de Mesa, o dar un paseo en la barcaza que une ambas orillas del Guadalquivir, para hacernos una idea de cuáles podrían haber sido las sensaciones de los embajadores a su llegada a la costa aljarafeña de entonces y de ahora.

En el entorno de la barcaza y el propio parque Carlos de Mesa existen cafeterías típicas y concurridas para reposar una intensa jornada histórica antes de poner fin a un viaje de 400 años en poco más de siete horas.

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