El Imperio Romano disfrutó, entre el siglo III a.c. y el siglo V d.c., de la riqueza de la región del río Guadalquivir, de su vino, aceite, cereales y minerales. También supieron apreciar el ingenio y la sabiduría de sus habitantes: el filósofo Séneca y los dos emperadores romanos Trajano y Adriano, que proceden de Itálica, a pocos kilómetros de Sevilla.
Casi nada se puede explicar sin la presencia de la civilización romana. Las lenguas latinas, la cultura, el derecho, las obras públicas, etc. Los conquistadores romanos llamaron Vergetum (vergel) a estas tierras, que exportaban vino y aceite a Roma y a otras ciudades del Imperio. De esta época se conserva el puente romano de Aznalcázar y algunos mosaicos en Castilleja del Campo.
Sin embargo los restos más importantes son los de la ciudad romana de Itálica en el actual término de Santiponce.