El Aljarafe, 7.000 años antes de hoy
Antes de que el embrión de Sevilla apareciera casi en un islote junto al Guadalquivir, los habitantes del Neolítico temprano ya pululaban por los alrededores de La Puebla del Río, estableciéndose durante el Calcolítico en los límites de la antigua costa del Lago Ligustinus.
Desde Villamanrique de la Condesa hasta Castilleja de Guzmán, diferentes pruebas de asentamientos prehistóricos demuestran la especial querencia de nuestra especie por los parajes de este pequeño país elevado, asomado antes al mar y ahora al río y los arrozales del Guadalquivir.
Piezas únicas que nos hablan de una escritura desconocida, tumbas, dólmenes y tesoros dinásticos componen algunas de las escalas de este viaje por los primeros aljarafeños.
Estás a punto de recorrer lo más antiguo de los alrededores de Sevilla. Pisarás allí donde pisaron primero, y mucho, hombres, mujeres y niños. Hablamos de comunidades calcolíticas, 3.000 años anteriores a Cristo, de tartesos y fenicios, 1.000 años anteriores, cuando la ciudad de Sevilla no era más que el embrión de un poblado de aventureros sin miedo a morir ahogados.
Piensas en que los sitios y construcciones que hoy verás tienen mucho que ver con este hecho cotidiano, rutinario, científicamente acotado hoy. Tú ya sabes que el sol sale, y que se pondrá. Y que volverá a salir. Lo tienes constatado por seguro, está claro, pero el hombre protohistórico no. Aquel que vivía aquí y organizó lo que hoy verás, ese hombre, ese no estaba tan seguro de todo, de hecho para el casi nada era seguro excepto la muerte. Mucho de lo que hoy verás tiene que ver con esa incertidumbre y con esa seguridad. Con todas aquellas respuestas seguras para nosotros, pero inciertas para ellos. Aquellas respuestas que llevaban de la supervivencia a la muerte.
Hoy ingresas en lo que queda de su mundo a través de algunas de sus resistentes reliquias, 5.000 años después.
Desayunamos entre Camas, Castilleja de Guzmán y Valencina de la Concepción. El buen desayuno sigue siendo una cualidad muy apreciada por el hombre 5.000 años después, esa respuesta también es clara, así que no tendrás problemas para acertar con un lugar adecuado.
Para entrar a los dólmenes de Valencina de la Concepción y Castilleja de Guzmán es preciso concertar cita previa en el Museo Municipal de Valencina de la Concepción, así que os acercaréis al punto de encuentro a la hora prevista, para introduciros literalmente en túneles de tiempo que os llevarán 5.000 años atrás. La Pastora y Matarrubilla siguen en el mismo sitio a través del tiempo, resistiendo el paso de la muerte.
Tras este viaje temporal realizaremos otro de forma personal y libre.
Os dirigís al Cerro del Carambolo, en el término municipal de Camas, concretamente al lugar donde se cree se extrajo el preciado tesoro del mismo nombre de forma accidental, durante unas excavaciones para la ampliación de las instalaciones de la Real Sociedad del Tiro de Pichón.
Este lugar y su entorno inmediato, usado por tartesos y fenicios durante siglos con objetivos conmemorativos, constituyen probablemente el principal emplazamiento ceremonial de la comunidad fenicia en la desembocadura del Guadalquivir, y es el alojamiento original del mayor conjunto de exvotos, ofrendas y joyas propias de un ajuar tartésico.
Situados sobre él, podréis comprobar cuánto ha cambiado el paisaje original. Allí donde se abría el Guadalquivir en cientos de brazos, donde la marea subía para mezclarse con las aguas que bajaban, allí está la SE 30 y toda Sevilla con su metrópoli, sin tiempo para ver salir y ponerse el sol.
Después de tanto viaje por la protohistoria no hará mal un viaje por las bodegas de la novísima, en términos protohistóricos, Barriada de La Pañoleta, a la que podremos divisar desde el Cerro de El Carambolo.
Este cruce de caminos funciona también como un túnel del tiempo, ofreciendo diariamente aceite, vino y toro, todos ellos antiguos exvotos que continúan entre los ritos ceremoniales de hoy. Así pues, celebremos nuestro pasado y nuestro presente.