Señorío barroco

Tras la conquista de América y las vicisitudes de la monarquía española en la dura tarea de administrar el mayor imperio que el mundo había conocido hasta entonces, el Señorío de Guzmán se abrió paso como una de las casas nobiliarias claves en este proceso.

Sevilla, capital del mundo en la época colombina, epicentro comercial y catalizador de riquezas procedentes de América, tuvo su extensión señorial en muchos predios del Aljarafe, que pasaron a formar parte del todopoderoso Conde Duque de Olivares, amo de los señoríos de Guzmán.

El poderío económico aparejado a este blasón se dejó sentir especialmente en pueblos como Olivares, cuyo rico patrimonio arquitectónico y monumental nos presenta las mieles de aquella época floreciente, más de 400 años después, en forma de excelentes manifestaciones de estilo barroco.

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Gaspar de Guzmán y Pimentel, Rivera y Velasco y de Tovar, Conde-duque de Olivares, duque de Sanlúcar la Mayor, duque de Medina de las Torres.

Nos hallamos en Olivares, centro del Barroco aljarafeño. Dejamos nuestro vehículo durante toda la jornada, pues nos desplazaremos a pie a lo largo de este generoso casco urbano, plagado de referencias al lustre y esplendor de la casa de los Guzmanes y de su noble principal, poderoso cual monarca, el Conde Duque de Olivares.

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La Colegiata de Nuestra Señora de las Nieves.

Como nobleza obliga, algunas de las puertas a atravesar en adelante habrán de ser solo franqueadas mediante el oportuno permiso, solicitud o autorización. Es recomendable planificar la visita o pasarnos a primera hora por la oficina de turismo de la localidad.

En pleno casco histórico podemos iniciar el día con un desayuno olivareño. Allí, Aldoan o La Placita tendrán sus puertas abiertas para dejarnos embaucar por el ambiente noble, pomposo y señorial de esta villa.

En adelante, en breves paseos podremos visitar aleatoriamente las fachadas, entradas, interiores y mobiliario propio de los inmuebles que forman el rico patrimonio histórico, artístico y monumental de Olivares: La Colegiata de Nuestra Señora de las Nieves, el Palacio de los Guzmán, la Capilla de la Santa Hermandad de la Vera Cruz, el Pósito de Olivares y el Museo de la Hermandad de la Soledad se hallan a un puñado de pasos los unos de los otros.

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Plaza Mayor de Olivares.

Entre tanta guía y tanto patrimonio, un pequeño respiro durante la mañana se abre en algunas de las calles en forma de tradicionales tabernas y bodegas, como es el caso de El Bólido, donde podremos completar la faceta más popular y campechana de una villa distinguida por tan alto blasón.

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Detalle de los campanarios de la Ermita de la Virgen del Rocío en Olivares.

Para completar la mañana, saldremos de las manzanas del casco histórico, y nos dirigiremos hacia el oeste de la localidad.

Situada en la entrada por Sanlúcar la Mayor, la Hermandad del Rocío de Olivares levanta su ermita y da la bienvenida a los visitantes entre Rocío y Rocío. De fuerte arraigo popular, será el colofón sereno y quedo a una mañana bulliciosa, susceptible de ser coronada por un almuerzo en uno de los restaurantes de referencia en el Aljarafe. Situado a cinco minutos de la hermandad, La Portada abre sus puertas y cocinas para deleite de los paladares más barrocos en una mañana cien por cien barroca.

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Bocoyes de las bodegas Vinos Blancos de Autor

En el regreso a nuestro vehículo, si nos demoramos en el paseo y nos hemos contenido en el almuerzo, Ernesto Huertas Bleda, El Conde, Pozo Nuevo, Tabby o Ágape abren sus cafeterías para disfrutar de la fresca degustando nuestro café junto a los exquisitos dulces locales, según la época: poleá, tortas de naranja o roscos de azúcar.

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